Títol original: Les neiges du Kilimanjaro
Direcció: Robert Guédiguian
Guió: Robert Guédiguian i Jean-Louis Milesi; inspirat en el poema “La gente pobre”, de Victor Hugo
País: França, 2011
Música: Pascal Mayer
Muntatge: Bernard Sasia
Interpretació: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Marilyne Canto, Grégoire Leprince-Ringuet, Anaïs Demoustier, Adrien Jolivet...
Durada: 109 minuts
PREMIS 2011
– Premis Cèsar: Nominada a Millor actriu (Ariane Ascaride)– Festival de Cannes: Secció oficial a concurs (secció "Un certain regard")– Festival de Valladolid - Seminci: Espiga de Plata, Premio del Público
Sinopsi
Michel és un vell sindicalista que porta 30 anys al costat de Marie-Claire (Ariane Ascaride). Són feliços i tenen fills i néts que els mimen, també bons amics. A més, la sort els somriu i reben el regal d'un viatge a Tanzània. No obstant això, tota aquesta felicitat s'enfonsa quan dos encaputxats els agredeixen i els roben els anells de casament i targetes de crèdit. La seva impotència i la seva incomprensió creixen quan esbrinen que el brutal atac ha estat a mans d'un jove que va ser acomiadat a la vegada que Michel.
ENTREVISTA A ROBERT GUÉDIGUIAN
¿Cómo tuvo la
idea de escoger el poema de Victor Hugo “Les Pauvres Gens” (La gente
pobre) como punto de partida?
En 2005,
mientras redactaba un texto donde pedía el voto contra la Constitución Europea,
para designar de forma algo general “las nuevas formas de la clase obrera”, me
había referido a la gente pobre del poema de Victor Hugo.
Entonces volví
a leerlo. El final del poema, cuando el pobre pescador, al quedarse con los
hijos de la vecina fallecida, dice: “Teníamos cinco hijos, ahora serán siete”,
antes de descubrir que su mujer se le había adelantado trayéndoles a casa, es
conmovedor. Semejante bondad es ejemplar. Además, está la concordancia, el
gesto de amor de ambos personajes, el hombre y la mujer, iguales en su
generosidad. Pensé que sería un magnífico final para una película. Solo quedaba
encontrar una ruta contemporánea que llevara a ese punto.
¿La película,
una vez más, pone a prueba la realidad de la palabra “juntos”?
En mi opinión,
una de las cosas más graves de la sociedad actual es el hecho de que ya no hay
conciencia de clase. Ni siquiera se puede hablar de “clase obrera”, por eso
utilizo la expresión “la gente pobre”. Pero no existe la conciencia de ser
gente pobre. En Francia han desaparecido los grandes centros industriales de
los años setenta y ochenta donde tres mil obreros salían de la fábrica a la
vez. La conciencia de clase no solo era posible, se veía claramente: se
materializaba en esos millares de hombres vestidos con mono azul. Era natural
que estuvieran juntos, que tuvieran intereses comunes, aunque sus identidades fueran
diferentes. No hay dos pueblos, uno autóctono, asalariado, sindicado, que vive
en urbanizaciones, y otro en paro, inmigrante, delincuente, que vive en las
afueras. La política y el cine pueden ayudar a desenmascarar esta impostura
intelectual.
En la forma, ¿también regresa a una película solar, con el
mar y las cigarras?
No habíamos
realizado mezclas con cigarras desde Marie-Jo y sus dos amores. Llevo cinco
películas utilizando formas que no conozco muy bien. Pero aquí estoy en casa.
Es más, el director de fotografía, Pierre Milon, me propuso volver a rodar en
16 mm, material que abandonamos hace dos películas para rodar en digital. Y ha
sido un placer. Aporta calor, grano a la imagen, como si tuviera más vida. He
regresado a lo que podríamos llamar mis “fundamentos” tanto en el fondo como en
la forma. La diferencia es que en Dernier été, los personajes tenían 25 años,
la misma edad que yo entonces. En Marius y Jeannette/Un amor en Marsella tenían
algo más de 40, como yo, y ahora tienen cincuenta y pico, la edad que tengo
actualmente.
Marie-Claire y
Michel, los personajes que encarnan Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin,
no solo son padres, también son abuelos.
Tenía muchas
ganas de trabajar con dos generaciones. Al escribir el guión con Jean-Louis Milesi,
decidimos que las dos parejas centrales, formadas por personas de edad madura,
estarían rodeadas de personajes muy jóvenes. Quería que la oposición entre la
generación representada por Marie-Claire y Michel y la generación siguiente no
se viese únicamente a través del personaje que les ataca. Por eso también se
oponen a sus hijos, que no entienden qué empuja a sus padres a actuar así.
Florence y Gilles, los hijos de Marie-Claire y Michel, se han replegado en una
cómoda vida familiar, lo que me parece una especie de regresión. No quieren
poner en peligro su confort. No les critico, tampoco lo han pasado bien. Gilles
se quedó en paro antes de volver a encontrar trabajo. El marido de Florence ha
tenido que ir a trabajar a Burdeos, siempre está de viaje.
Digamos que han
perdido la facultad de indignarse. Entiendo que dé miedo salir del núcleo
calentito, que no apetece pasar frío, es legítimo.
El personaje
del agresor, a pesar de pertenecer a la misma generación que Florence y Gilles,
lucha contra una realidad muy diferente.
Entre los
miembros de la generación siguiente, que encarnan a los “nuevos pobres”,
también hemos querido hablar de aquellos que, afectados de lleno por el paro,
se han rebelado. No actúan como los otros personajes a los que las circunstancias
han permitido encontrar un frágil equilibrio en un recoveco de solidaridad en
el seno del grupo más pequeño, la familia. Christophe bascula hacia el otro
lado por necesidad: roba para pagar el alquiler y cría a sus dos hermanos más
pequeños.
El atraco
funciona como una especie de electrochoque para Marie- Claire y Michel?
No solo les
golpea físicamente, también moralmente. No les parece posible que haya ocurrido
algo así. Les ha agredido uno de los suyos; intelectualmente es inconcebible
con relación a la lucha que siempre han llevado a cabo. Para ellos, es
incomprensible. No tienen nada, excepto lo poco que se conseguía antes, al cabo
de haber trabajado toda la vida. Todos los expertos del mundo político y
sindical están de acuerdo: vivimos una pérdida social. Por primera vez en la
historia moderna, hay grandes posibilidades de que una generación tenga medios
económicos inferiores a los de sus padres.
Marie-Claire y
Michel se dan cuenta de que hay gente más pobre que ellos, que siempre se es
rico a los ojos de otro. ¿Eso les hace replantearse la noción de “valor”
contenida en el discurso de Jaurès que cita Michel?
La película
está entre Victor Hugo y Jean Jaurès. Creo que la primera novela seria que leí
de niño fue Los miserables. Pase directamente de El club de los cinco a Victor
Hugo. En cuanto empecé mi militancia, Jaurès llegó a toda prisa, mediante el
texto extraído del discurso a la juventud que dio en Albi, magníficamente
escrito, notable desde cualquier punto de vista. En dicho discurso, define el
valor de varias formas con una figura retórica que consiste en repetir al
principio de cada frase: “El valor reside en…”. Hace hincapié en el hecho de
que el valor es hacerse cargo de uno mismo, pero también insiste en el vínculo
entre la vida individual y la vida colectiva, el individuo y la sociedad. El
valor no está solo en lo colectivo, también está en la vida cotidiana de cada
uno, en el funcionamiento, la práctica, la moral de dicha vida. Marie-Claire y
Michel sienten que deben hacer algo.
Cuando Christophe
señala la injusticia de la decisión del sorteo, ¿hace tambalearse a Michel, el
viejo sindicalista?
Hace más que
eso. Michel piensa que “no se equivoca”, es decir, que tiene razón. Lo que
quebranta su estrategia en el combate, y las decisiones que tomaron los
miembros del sindicato. Christophe propone estudiar la situación de cada uno, y
sería lo más justo. El joven es libertario sin parecerlo, comunista sin
saberlo.
En cuanto a la
venganza, al deseo de castigar al malo, la reacción de Raoul es tremendamente
violenta, y también muy habitual, por desgracia.
Las personas
que reaccionan así no son necesariamente ultraderechistas. Es algo visceral,
independiente de la posición política. Personalmente, me parece lamentable, a
Michel también. Si se quiere cambiar el mundo, hay que actuar en todos los
temas: el nuclear, la condición femenina, la sexualidad, el castigo en la
sociedad… En todo, aunque no parezcan tener relación con lo social, la economía
o la política, pero tienen mucho que ver.
En esta película,
como ocurre muy a menudo en su cine, al lado de temas importantes como los que
acabamos de mencionar, hay otros más pequeños, como enseñar a los niños a comer
sardinas, boicotear a un carnicero que no se porta bien, hablar en plena noche
con una anciana solitaria…
En la vida me
gustan las cosas banales que hacemos cada día: el café, la compra, charlar… En
las películas, son pequeños detalles cotidianos que se cuelan y añaden
espesura, capas al relato. No me canso de escribir escenas cotidianas. Las filmo,
las recorto y monto con simplicidad para contar exactamente lo que se ve, sin
sofisticación, o sea, la vida tal cual. Pero eso no impide que me ría de mí
mismo, e incluso reconocer que me he pasado un poco. Aquí hay muchas chuletas,
salchichas y sardinas.
En la película,
el mar, visto desde las ventanas de cada casa, ¿parece el único bien compartido
por todos?
Sí. Pero
también es la vista hacia el mundo del trabajo. Un trabajo que no todos tienen.
Cada ventana da a las enormes grúas del puerto de Marsella. Durante las
localizaciones, escogimos los pisos en función de las grúas. Simbólicamente, el
relato empieza allí, con la primera escena del despido en los muelles.
Desde cualquier
hogar, sea el de Marie-Claire y Michel, los de sus hijos, el de Raoul y Denise,
el de Christophe Brunet, incluso el de la anciana Sra. Iselim, donde
Marie-Claire trabaja limpiando, siempre se ven las grúas, el mar, los barcos.
Son universos diferentes, desde el piso obrero, a la urbanización de “nuevos
ricos” (con verjas y código se seguridad), pasando por edificios ruinosos, pero
la vista es la misma.
En esta
película, los planos contienen mucha más información. Ha cambiado la forma en
que utiliza el encuadre, los decorados, la forma en que hace entrar a los
actores.
Porque soy más
viejo. Es menos seco. Dejo que las cosas ocurran, que respiren. Permito que los
planos vivan. Puede que antes los constriñese, les ponía trabas. Siempre he
dicho que dirijo actores como en una autopista: se va en esa dirección. Pero
creo que hoy les dejo aún más libertad, pueden pasar de un carril a otro; les
acompaño, bailo con ellos. Dicho eso, me ocupo mucho del montaje con Bernard
Sasia. Casi nunca ruedo planos secuencia, al contrario, recorto mucho, por lo
que dispongo de una amplia elección a la hora de montar.
La película,
durante el rodaje, se titulaba “La gente pobre”, pero por fin opto por Las
nieves del Kilimanjaro.
La gente pobre
y la referencia a Victor Hugo aparecen al final, en un cartel antes de los
créditos, y tiene más fuerza y más sentido que verlo al principio. El título Las
nieves del Kilimanjaro evoca un mundo muy grande, pero la película
transcurre en el barrio de L’Estaque. También es la canción que cantan los
nietos de Marie-Claire y de Michel durante su aniversario de boda. Siempre me
han gustado las canciones populares, fechan mejor los acontecimientos que el
carbono 14. Además, vi a Pascal Danel cantarla en directo, en el Gymnase de
Marsella, como telonero de Adamo en los años sesenta. Marie-Claire y Michel son
de la generación de Pascal Danel, y de Joe Cocker, cuyo tema “Many Rivers to
Cross” forma parte de la banda sonora.
Basándose un poco en Malraux, dijo un día que “una película popular es una película que revela a las personas la grandeza que llevan dentro”.Sigo pensando lo mismo. Tal como lo veo, son la esperanza. Llamémosles “santos” o “justos”, pero sea como sea, existen. La esperanza está en la reconciliación de las “gentes pobres”. Y me imagino, claro está, que a la salida de la cárcel, Christophe se reunirá con Michel, Marie-Claire, Raoul y Denise para seguir luchando juntos.
Basándose un poco en Malraux, dijo un día que “una película popular es una película que revela a las personas la grandeza que llevan dentro”.Sigo pensando lo mismo. Tal como lo veo, son la esperanza. Llamémosles “santos” o “justos”, pero sea como sea, existen. La esperanza está en la reconciliación de las “gentes pobres”. Y me imagino, claro está, que a la salida de la cárcel, Christophe se reunirá con Michel, Marie-Claire, Raoul y Denise para seguir luchando juntos.