12 jun 2013

EL BOSC



Títol original: El bosc
Direcció: Óscar Aibar
Guió: Albert Sánchez Piñol. Basat en un relat propi
País:  Espanya, 2012
Fotografia: Mario Montero
Música: Albert García Demestres
Muntatge: Bernat Vilaplana
Interpretació: Àlex Brendemühl, Maria Molins, Pere Ponce, Tom Sizemore, Josep Maria Domènech, Benjamin Nathan-Serio
Durada: 98 minuts
Versió: original
Calificació: No recomanada per a menors de 7 anys 

Sinopsi
L'any 1936 esclata la Guerra Civil i les milícies anarquistes prenen el poder al Baix Aragó. Allà, Ramon i la seva dona Dora amaguen un secret ancestral: unes misterioses llums apareixen al costat del bosc que envolta la seva masia. Segons la tradició familiar, aquestes llums són una porta a un altre món del qual ningú torna. Quan Lo Coixo, un anarquista enamorat de Dora, intenta acabar amb Ramon, aquest es veurà obligat a entrar en els llums i desaparèixer. Dora resistirà a la guerra i l'assetjament de Lo Coixo amb l'única ajuda d'un oficial de les brigades internacionals i d'un vell anarquista, fins que Ramon reapareix des del més enllà.

COMENTARIS PROFESSIONALS


En Platillos volantes (2003), la película más austera y radical de un Óscar Aibar que no ha dejado de sorprender y alterar sus registros tras el debut problemático que supuso Atolladero (1995), un payés narraba, con desparpajo coloquial, el aterrizaje de un ovni en su huerto ante el cándido asombro de unos jóvenes aficionados a la ufología. El bosc parece emanar de esa secuencia: una masía, una puerta dimensional y la Guerra Civil como telón de fondo son los dispares elementos que maneja Aibar sin recurrir a la distancia irónica, ni al ya gastado choque cómico entre costumbrismo español y claves fantásticas percibidas como algo ajeno, inasumible para
una mirada condicionada por años de tradición realista.

Albert Sánchez Piñol adapta su relato El bosc, incluido en el libro Les edats d’or, tomando decisiones razonables para adensar las relaciones entre sus personajes. Se pierde por el camino algo del controlado humor del original y se subraya demasiado —en especial con la llegada de los brigadistas— el sentido último de la historia: que todos somos el Otro del Otro y que una Guerra Civil, más que conflicto de otredades, es encrucijada de
prejuicios. La película entra en la tradición abierta por El espíritu de la colmena (1973) y mutada en El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006) y logra romper inercias de representación y caracterización referidas a ese periodo histórico. Podría ser un buen episodio de Twilight Zone o Historias para no dormir, pero es una película insólita, fresca y sorprendente que confirma la sana anomalía del toque AibarJORDI COSTA. EL PAÍS

...Deslumbra por la audacia de sus planteamientos y el alcance del mensaje moral que sitilmente desliza en una inquietante historia, que está perfectamente construida y cuenta con unas potentes relaciones entre sus personajes. El sorprendente y emotivo epílogo sigue demostrando que el cineasta trabaja sin sed y esto es algo muy de agradecer y valorar en los tiempos que corren. PEDRO URIS. CARTELERA TURIA

Aunque mezcla los dos mismos ingredientes,
un relato fantástico y el contexto de la guerra civil española o la posguerra, nada que ver entre el último filme de Óscar Aibar, un kamikaze del género como ha demostrado en Atolladero o Platillos volantes, con las dos películas de Guillermo del Toro, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno. Aibar ensaya una suerte de fantástico-rural en el que la contienda civil, la amenaza del fascismo que avanza hacia la zona de Teruel o la enemistad entre las fuerzas anarquistas de la zona y los brigadistas internacionales funcionan como
apoyo emocional, como decorado argumental. Lo que le interesa a Aibar es flirtear con géneros y tonalidades distintas (hay melodrama, fantástico, cine rural, incluso comedia) y llevar a veces hasta el límite sus ideas: los pasajes finales son, en este sentido, una demostración de la libertad que ha tenido el cineasta en un género que es flexible, cierto, pero también muy codificado. Aibar sugiere y muestra, y las dos cosas conviven bien cuando generalmente lo hacen mal. La historia va de la noche de San Lorenzo, la más cálida del año, a 
la de San Blas, la más fría, y fluye a partir de un elemento alienígena instalado en el cuerpo de un relato rural sobre la guerra civil. La esfera verdosa e intangible situada en un montículo de árboles circulares puede trasladarnos a otros mundos, y desde ellos, y a partir de la visión de un campesino, se contempla la estupidez de la condición humana cuando la guerra realiza sus estragos. QUIM CASAS. EL PERIODICO

“El bosc: Luces verdesEscrit per José Arce

Dos noches al año aparecen unas extrañas luces verdes a escasos metros de la masía de Ramón (Álex Brendemühl) y Dora (María Molins). Irregular pero necesario en nuestro espectro cinematográfico por su valentía al margen de tendencias y modas, Óscar Aibar regresa a la dirección con El bosc, adaptación del cuento de Albert Sánchez Piñol que queda como un nuevo ejemplo de que el género
fantástico sigue en plena forma en nuestro país.
«Por San Lorenzo y San Blas de casa nunca saldrás». Y es que la historia es muy sugerente, ambientada en el eterno fratricidio que el séptimo arte nacional se resiste a dejar de reflejar en pantalla pero desde un punto de vista novedoso más allá de su elemento de ciencia ficción; aquí los rojos marcan la fuerza opresora, y de sus disensiones internas ─que nada ayudaron durante el desarrollo del conflicto─ nacen los ángeles y demonios que circundan este cuento frío pero pintorescamente esperanzado.   

El bosc: El fantástico ocultoEscrit per Jordi Revert
 Extraño infiltrado en el cine español, el cine de Óscar Aibar tanto ha sido capaz de entregarse al más improbable fantástico (“Atolladero”, “Platillos volantes”) como  a la variante francotiradora de ese costumbrismo orgulloso de la picaresca autóctona (“El gran Vázquez”). El bosc (veure tràiler), surgida a partir de una historia de Albert Sánchez Piñol, es una vuelta ciertamente desconcertante a la primera 
opción. Desconcertante por desplazar a una subtrama invisible, solo narrada de boca de un personaje, la parte fantástica del relato; pero también, por proyectarla en una narración central en torno a la Guerra Civil que viene a invertir, exagerar y estirar los estereotipos armados por toda una tradición de representación de la contienda.
 En esa subversión del dibujo habitual, la cinta podría acercarse a ser el inesperado reflejo de “El laberinto del fauno” (Guillermo del Toro, 
2006): un diálogo entre dos dimensiones, la real y la fantástica, en la que la primera revienta los límites del realismo mediante la caricatura de sus personajes —aquí, soldados republicanos como villanos de la función, representados en un permanentemente cabreado Pere Ponce—, y la segunda invade el terreno de lo cotidiano para apoderarse de su normalidad —la mandrágora en la película de Del Toro, las hortalizas de la otra dimensión, en la que nos ocupa—. El problema es, que como en aquella, y a diferencia de la 
sutilmente turbia “Pa negre (Pan negro)” (Agustí Villaronga, 2010), el tópico y el trazo grueso —la interpretación de Àlex Brendemühl, Tom Sizemore ligando en español— se acaban imponiendo como ley sin que el discurso se asiente tras las imágenes. El resultado dista de ser el rutinario, pero lo sorprendente de la propuesta tiene más que ver con su llamativa caligrafía que con un verdadero espíritu de derribo hacia el lugar común.