DIVENDRES 21 D'ABRIL A LES 20:30 A LA VIOLETA
Títol
Original: 45 Years
Direcció
i guió: Andrew Haigh
País:
Regne Unit, 2015
Fotografía:
Lol Crawley
Interpretació:
Charlotte Rampling, Tom
Courttenay, Geraldine James, Dolly Wells...
Durada:
93 min.
Versió:
Doblada
Gènere:
Drama
Qualificació:
No recomanada a menors de 7 anys
Sinopsi: Només falta una
setmana pel seu 45è aniversari de noces i Kate Mercer està molt
ocupada amb l’organització de la festa. Es llavors quan arriba una
carta dirigida al seu marit, en la que es notifica que s’ha trobat
el cos sense vida del seu primer amor congelat als Alps suïssos.
Premis:
2015:
Premis Oscar: Nominada a Millor
Actriu (Charlotte Rampling)
2015:
Festival de Berlín: Millor
Actor (Tom Courtenay) i Millor Actriu (Charlotte Rampling)
2015:
Festival Internacional de Valladolid – Seminci:
Millor Actriu (Charlotte Rampling)
Comentaris
professionals:
“Un
drama en que cada plano es filmado de una forma tan sincera y con
tanto detalle que permite ir más allá de la superficie para, con
toda la sencillez del mundo, alcanzar lo más hondo.
Luís Martínez
Diario El Mundo
“Haigh sigue indagando en el lenguaje secreto del amor y su reverso
a través de la mirada íntima. Película sutil, humanísima y
desoladora”
Jordi Costa
Diario El País
“Su retrato en 45 años de una mujer que comprueba lo fácil
que resulta que el precario equilibrio matrimonial se derrumbe
confirma a Charlotte Rampling como una actriz monumental.”
Sergi Sánchez
Fotogramas
Fantasmas
y miradas
crítica
de Àngel Andreu
No importa que uno se acerque a ver 45 años sabiendo parte de su
argumento. Incluso sabiendo el inicio, el detonante o el final, pues
como en las grandes historias, lo importante es el camino. Amar la
trama más que el desenlace, recitaba un cantautor. Nuestra película
se abre y se cierra con un mismo tema musical, pero en apenas una
hora y veinticinco minutos se nos han explicado tantas cosas, que la
canción parece haber cambiado por completo. Es el gran cine el que
nos cambia, el que nos despierta preguntas y el que nos hace salir de
la sala más grandes en algún sentido. Ante nosotros tenemos una
película en apariencia pequeña y sencilla, pero a medida que pasan
los minutos nos damos cuenta de que no es así: estamos ante una
película enorme, compleja y perfecta – si es que algo puede
serlo-.
45 años nos explica la historia de Kate y Geoff, una pareja adulta
que lleva junta exactamente el tiempo referido en el título. Son
mayores y se comportan como tales. Nada de clichés y los
estereotipos a los que estamos (mal) acostumbrados de ver en todo
tipo de películas. Andrew Haigh, director y guionista de esta cinta,
es un creador inteligente y respetuoso, ha adaptado un relato corto
de David Constantine y nos muestra la realidad en formato
cinematográfico: sus personajes pasean, leen, tocan el piano,
bromean, tienen sus planes para llenar el día, se besan, se
apasionan, hacen el amor, se enfadan con sus amigos, critican a sus
espaldas...Viven, como cualquier persona. Apaciblemente. Hasta que a
principios de semana aparece una carta que va a resquebrajar todos
los cimientos de una relación que en menos de siete días tiene
planeado celebrar casi medio siglo de casados. Lo que sigue es digno
de ver, pues estamos ante un recital de actuaciones, dirección,
guión y planificación que respira aire de obra maestra. Aunque lo
que cuente pueda ser doloroso.
Haigh mueve la cámara con una delicadeza y sutileza asombrosas.
Situando la cámara siempre a la altura de los ojos de nuestros
protagonistas, está atento al detalle más pequeño y desgarrador
sin necesidad de aspavientos o recursos dramáticos. Se aleja del
melodrama y nos muestra, plano tras plano, un drama sin drama. Como
los grandes maestros, sabe de la importancia de dejar actuar y
respirar a sus actores: la cámara parece que flote, siguiéndolos,
de manera descriptiva, centrándose en cada respiración, caricia y
mirada para, con toda la sencillez del mundo, llegar a lo más hondo.
Lo que tenemos ante los ojos son dos personas reales que viven una
historia de verdad.
Mención aparte merecen sus actuaciones. La elección de Tom
Courtenay y Charlotte Rampling no podría ser más acertada: actores
que han cargado con toda una vida a sus espaldas y saben de la
importancia de los silencios, las pausas, las miradas y los pequeños
gestos. Es realidad lo que transmiten y, por irónico que parezca,
eso es lo más complicado de la actuación. No vemos a dos actores
interpretando un papel, lo que tenemos ante nosotros son dos personas
que, tras la aparición de un fantasma en sus vidas, dejan ver como
sus cicatrices se abren para acabar convirtiéndose en heridas de
difícil curación. Heridas que suscitan preguntas en nuestro
interior, que nos hacen replantear qué hemos estado haciendo a lo
largo de nuestra vida, con quién hemos compartido techo y cama y,
sobretodo, lo más sobrecogedor: preguntarse si, tras toda una vida,
ha merecido la pena.
Charlotte Rampling, protagonista indiscutible, nos presenta el que
posiblemente sea el mejor papel de toda su carrera, demostrando que
los papeles que huelen a historia se construyen desde lo más
pequeño: un gesto, una caricia, un respiro, un silencio… una
mirada. Pocas veces se ha contado tanto en pantalla con la mirada de
un personaje. No le hace falta ninguna palabra para que nosotros, los
espectadores, nos demos cuenta de lo que se está removiendo en lo
más profundo de su ser: alegría, tristeza, miedo… podemos incluso
ver el momento en que se le rompe el corazón, y sin necesidad de
recurrir al llanto, la palabra o recursos enfáticos. Simplemente
maravilloso.
Película tremenda que no llega a la hora y media de duración, 45
años produce un profundo calado en el espectador. Dolorosa y a ratos
sobrecogedora, pero de una realidad asombrosa. Uno acaba la
visualización de la cinta con la sensación de haber asistido a una
proyección de gran cine, aquel que nos recuerda que debemos amar más
la trama que el desenlace.
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