Dissabte 9 de juliol - 22 h - Plaça de l'Esglèsia
Títol
original: A perfect day
Direcció: Fernando
León de Aranoa
Guió: Fernando
León de Aranoa; basat en la novel·laa “Dejarse llover”, de Paula Farias
País: Espanya, 2015
Fotografia:
Àlex Catalán
Música: Arnau
Bataller
Muntatge: Nacho Ruiz Capillas
Interpretació: Benicio del Toro (Mambrú), Tim Robbins (B.), Olga
Kurylenko (Katya), Mélanie Thierry (Sophie), Fedja Stukan (Damir), Eldar
Residovic (Nikola)
Durada: 105 minuts
Versió: original en castellà
Qualificació: No recomanada
per a menors de 12 anys
Premis
2015:
Premi Goya al millor guió adaptat;
Premi David di Donatello: Nominat a millor film de la Unió Europea;
Premis Feroz: millor comèdia, director i guió.
Sinopsi
Més que en el conflicte armat en si,
la pel·lícula se centra en les seves conseqüències, en com quan pràcticament es
dóna per finalitzada la contesa, les ferides segueixen obertes. Un grup de cooperants, com cobais en un laberint,
tracten de resoldre situacions malmeses en un delirant paisatge bèl·lic en una
zona de conflicte. Però la tasca més simple es converteix aquí en una missió
impossible, en què el veritable enemic potser és la irracionalitat.
El director de cinema social més
destacat del cinema espanyol, Fernando León de Aranoa, signa el seu projecte
més internacional en Un dia perfecto,
ambientada a la guerra dels Balcans i amb un repartiment encapçalat per Benicio
del Toro i Tim Robbins.
Fernando León se va a la guerra
Por Jesús Ruiz Mantilla
El arte
sirve, entre otras cosas, para destacar el valor del sentido común frente al
absurdo. Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) parece haberse aplicado
esta máxima para contar un conflicto como el de los Balcanes desde el primer
plano de su negra e inquietante película Un día perfecto. El cadáver de un anónimo prominente,
transformado en pesado trozo de carne, se eleva hacia la luz tirado de poleas
desde un pozo de agua oscuro como el rastro inmóvil de los cuervos.
A partir de
ahí, León de Aranoa traza su viaje hacia la sinrazón guiado más por la
simbología de los objetos y los animales que por cualquier
otra ley. Mediante
la fuerza de un balón capaz de alcanzar mayor sentido que el de los pactos
entre instituciones supranacionales. O confiado en la brújula de las vacas
sobre un sendero que esquive minas, mientras sufre el hedor del agua
contaminada, cuando ésta únicamente cuenta con la fuerza del principio de
Arquímedes para purificarse…
En Un día perfecto, Fernando León regresa a la ficción tras
cinco años de ausencia desde su anterior película, Amador. Lo hace logrando esa sensación de
incomodidad que te ata a la
butaca pero al mismo tiempo te provoca querer salir
corriendo del cine. “Quería trasladar un peligro permanente mezclado con humor,
un manejo de la historia que no te deje tranquilo porque sabes que puede pasar
algo a cada rato. Un viaje desde el espacio más punk y desinhibido hacia la oscuridad”.
Para ello
recurrió al aliento romántico atravesado por la hiriente realidad de unos
cooperantes encarnados por estrellas internacionales como Tim Robbins, Benicio del
Toro u Olga Kurylenko. Voluntarios en una
escombrera, que tratan de esquivar la sinrazón sobre el terreno sembrada a
partes iguales entre contendientes, ventajistas sin escrúpulos y mediadores
internacionales.
La clave
reside en el tono. En un sabio recochineo ante el drama, que emparenta más con La vaquilla que con Apocalypse Now. “A los actores les atraía el contexto,
el grupo de trabajadores humanitarios y la actitud menos
reflexiva, nada
conmiserativa de la historia. Hubiese sido un error hacerlo de otra forma.
Resultaría muy fácil pasarse y plantear una película hagiográfica sobre
cooperantes”.
Para colocarles en situación, el director
contó con su experiencia sobre el terreno y con los amigos que hizo en los
Balcanes cuando rodó algunos documentales en el año 1995. También con la
aportación y el punto de partida que le dio Paula Farias, autora de Dejarse
llover, la novela en que
se basa el guion de Un día perfecto. “Los senté con cooperantes de confianza,
resultó apasionante, qué pena no
haberla filmado. Les regalaron un disparate de
anécdotas salvajes que incluían drama permanente con risotada final. Esa cuota
de inconsciencia que te ayuda a resistir desde dentro”.
El cruce
entre lo imperceptible y la confusión es lo que más sorprendió en su día a
Fernando León en pleno conflicto bosnio: “Una de las cosas que me traje de aquel
viaje fue la percepción de un laberinto, de un lugar donde resulta muy difícil
ordenar nada. Frente a otras cosas que esperas, el drama, el horror, la
impotencia, asoma por todas partes. No
necesitas ir para imaginártelo. Pero la
confusión permanente, el no saber qué pasa, comprobar que los propios
protagonistas no entienden qué ocurre, fue lo que más me impactó".
Por eso no se
podía permitir el lujo de mostrarse infiel al latido de la propia historia. De
ahí surgió esa necesidad de coherencia a la hora de armar la película. Una obra
aderezada con ese tono y los resquicios de lógica que le aportan el contundente
y sutil minimalismo de una mujer conduciendo
ganado o la tozuda necesidad de un
niño a la hora de aferrarse a un balón.
La película
trata también de los desvíos truculentos de lo asentado: escarnios que quedan a
expensas de las bestias mediante la fuerza y la ausencia de autoridad que les
colocan otros en bandeja. Cuando un desaguisado parece a punto de arreglarse,
llega Naciones Unidas y lo pone todo patas arriba de nuevo. “Un lugar donde la
mujer que se ocupa de guiar a las vacas en medio de campos que puedan estar
preñados de minas representa todo un ejemplo de sentido común. La primera
víctima en cualquier conflicto humano, lo que inmediatamente salta por los
aires, es la razón”.
Este grupo de cooperantes trata de recomponer el
caos en un lugar de Europa marcado por el mito de Sísifo desde la I Guerra
Mundial. La piedra que asciende la montaña puede ser ese cadáver sacado del
pozo en el primer plano, que ya nubla de absurdo toda la película: “No es que
el agua discurra corrompida, queda podrida la lógica. Unos actúan por odio,
otros por miedo, todos disponen de una buena razón para no colaborar. La guerra
es esa enfermedad que convierte a los hombres en niñatos caprichosos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario