12/12/2013
LA VIOLETA 20:30 Guió: Radu Mihaileanu y Alain-Michel Blanc
País: Bèlgica, Itàlia i França, 2011
Fotografia: Glynn Speeckaert
Música: Armand Amar
Interpretació: Leïla Bekhti, Hafsia Herzi, Biyouna, Salek Bakri, Sabrina Ouazani, Hiam Abbass, Mohamed Majd
Durada: 135 minuts
Versió: original subtitulada en castellà
Calificació: No recomanada a menors de 7 anys
Sinopsi:
En un petit poble, en algun
lloc entre el nord d'Àfrica i Orient Mitjà, la tradició exigeix que les dones
vagin a buscar l'aigua a la font que neix a la part alta d'una muntanya, sota
un sol ardent. Ha estat així des del principi dels temps. Però un dia, Leila,
una jove casada, proposa a la resta de dones una vaga d'amor: res de sexe fins
que els homes col · laborin en el trasllat de l'aigua fins al llogaret.
Qué diu la crítica :
Julio Rodriguez Chico:
La fuente
de las mujeres” es una película bienintencionada en su lucha por la igualdad de
la mujer, que dulcifica el drama y hasta lo hace tierno, pero cuyo alegato es
excesivamente combativo y frontal, muy directo y poco sutil.
Desde un pueblo del
norte de África nos llega un cuento que no es precisamente de “Las mil y una
noches”, aunque trate sobre el amor y la oscuridad que invaden el corazón de
sus habitantes. Es la historia de unas mujeres que se cansan del sometimiento
que sufren en un mundo de hombres y que se ponen en “huelga de amor”, hasta que
ellos las ayuden a traer el agua desde el manantial. En “La fuente de
las mujeres”, Radu Mihaileanu
juega con los términos del agua y del amor, del manantial y del corazón para
refrescar a los intérpretes del Corán el sentido original de las leyes del
Profeta y para ensalzar la figura de la mujer. Igualdad para acceder a la
cultura y a la sociedad, dignidad en el trato recibido por sus maridos y
libertad para decidir su futuro son algunas de las exigencias de un grupo de
mujeres espoleadas por Leila, una hermosa joven que sabe leer y escribir, que
piensa por sí misma y que además ama sinceramente a su marido.
Ya desde el inicio
se nos dice claramente que se trata de un cuento, y poco después se hace
referencia explícita al libro de “Las mil y una noches” como paradigma de la
cultura árabe y de la relación amorosa. También desde la primera escena, la
cámara avanza por las calles del pueblo en un largo travelling,
dándonos a entender el tono a pie de calle que se quiere imprimir a la cinta.
Fantasía y realismo se combinan en un intento por denunciar una situación
vejatoria de la mujer, y de hacerlo desde una perspectiva idealista y poética
que aliente a emprender una guerra de sequía o de abundancia de amor, según se
mire. En esta batalla por el agua que da vida, la lucha por la igualdad y la
libertad de estos “diminutos insectos” —otra metáfora para hablar de la
mujer indefensa, aprovechando la llegada del periodista— se convierte en algo
esencial, y Mihaileanu se sirve de personajes cultos o enérgicos para lanzar
sus reivindicaciones. De esta manera, la propia Leila, su marido y maestro, o
la vieja Fusil son voces modernas que reclaman los derechos de la mujer.
El problema del guión es que todo es muy directo y poco sutil, a veces algo impostado. La mezcla entre lo culturalmente autóctono y lo occidental resulta explosiva, y los bailes y cantos se convierten en un apunte de exotismo para barnizar una fábula pintoresca pero no real, mientras que las figuras del maestro o del periodista chirrían y sólo sirven para lanzar un mensaje. Los personajes están dibujados con sensibilidad y delicadeza pero también con trazos superficiales, y sólo Fátima, la suegra de Leila —gran trabajo de Hiam Abbass— parece tener un pasado que determina su actuar, al igual que un imán cuyo rostro es de los pocos en que se adivina un trasfondo y una esperanza para el mundo islámico. La planitud del maestro es propia de la telenovela mexicana —a la que se hace repetida alusión—, lo mismo que la historia de la joven Esmeralda o la de ese periodista que sonroja al espectador. También son estereotipos los personajes de la misma Leila o de Fusil, pero en el primer caso Leïla Bekhti hace un trabajo aceptable, y en el segundo la anciana resulta simpática como madre coraje.
“La fuente de las mujeres” es, con todo, una película bienintencionada en su lucha por la igualdad de la mujer —estrena la nueva calificación promovida por el ICAA—, que dulcifica el drama y hasta lo hace tierno, pero cuyo alegato es excesivamente combativo y frontal. La historia está poco lograda al contrastar la tradición y la modernidad, sin equilibrio ni desarrollo al abordar tanta subtrama y
ambiente —los turistas y el pasado colonial, el mundo urbano y el poder
político y periodístico, la convivencia de la autoridad religiosa y municipal,
la misma historia de Fátima y de Esmeralda—, y se queda siempre a medio camino
entre la poesía y la denuncia, entre el cuento y el relato. Su diseño de
producción y su música folclórica —quizá lo mejor de la cinta— no bastan para
crear una ambientación que respire autenticidad, y la mirada y el discurso
occidental se imponen hasta llegar a un desenlace mejorable en esta guerra de
amor que un día emprendieron unos seres diminutos.
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